lunes, 21 de octubre de 2013

LA DESAPARICIÓN DE POMPEYA



Pompeya, que había nacido hacia el siglo VII a.C. en las riberas del río Sarno, era una tierra rica y fértil. Habitada por unos 12.000 habitantes dedicados fundamentalmente al comercio y a los placeres de la vida, era una ciudad vital, opulenta, próspera. Se podría decir que estaba en pleno auge cuando fue sepultada por una espesa capa de cenizas, lava y piedra pómez.



Los etruscos y los griegos influyeron en su primer desarrollo cultural y urbanístico, pero fueron los samnitas quienes la conquistaron en el sigloV a.C. y la convirtieron en una ciudad samnita. No obstante, habrá que esperar al siglo I a.C. para que se convirtiera en colonia romana: Cornelia Veneria Pompeianorum. Desde entonces, Pompeya se entregó a las costumbres de los romanos, adoptó de Roma la lengua y las construcciones, y llegó a tener el aspecto de una ciudad imperial.
En el año 62 fue muy dañada por un terremoto; de hecho, cuando quedó sepultada tras la erupción del Vesubio, se encontraba todavía en proceso de reconstrucción y de crecimiento.
La erupción que hizo desaparecer la ciudad de Pompeya comenzó hacia el mediodía del 24 de agosto del año 79 y duró tres días. Todo quedó cubierto por siete metros de cenizas y lascas, y se dice que hubo más de mil víctimas. Después de esto, siglos de silencio.
Los primeros restos fueron sacados a la luz en 1592, aunque no fue hasta 1748, durante el reinado de Carlos III de Borbón, cuando se iniciaron excavaciones sistemática e ininterrumpidas con el fin de recuperar todos los materiales, que fueron llevados a la Villa Real de Portici y, posteriormente, al Museo Arqueológico de Nápoles. Hoy en día es uno de los yacimientos más conocidos y visitados. Se conservan de su época de esplendor cartas, frescos, mosaicos y muchos otros objetos que nos hablan de una ciudad basada en la familia, en la que existía el divorcio y en la que las mujeres podían acceder al sacerdocio. En resumen, una ciudad floreciente en todos los aspectos.